24 de junio de 2011
La política de incentivos en una empresa constructora resulta ser uno de los temas más controvertidos en cuanto a su planteamiento y aplicación.
En empresas constructoras grandes existen unos planes de incentivos, establecidos por los protocolos de política interior, que marcan unos objetivos a cumplir y la recompensa por alcanzarlos. En empresas medias el tema suele quedar a discreción del presidente y su equipo directivo. En las pequeñas, suele depender directamente del dueño de la empresa.
Ahora bien, la primer pregunta que surge es: ¿debemos incentivar a un trabajador, que ya tiene pactado un sueldo con la empresa (sea de forma individual o a través de un convenio)?.
En mi opinión, el tema está directamente relacionado con la motivación. Ciertamente, no se tendría por qué incentivar un trabajo para el que ya existe un contrato y una obligación implícita y moral de hacerlo bien. No obstante, pensemos por un momento qué grado de responsabilidad estamos colocando en manos de un equipo reducidísimo de personal. Un jefe de obra, en equipo con un encargado y un administrativo de obra, puede manejar un presupuesto de, entre 5 y 15 MM € (en edificación residencial). ¿Cuánto puede influir la motivación en el resultado económico de la obra?. El 1% de 10 MM € son 100.000 €. ¿nos los jugamos por tener a un jefe de obra "exprimido"?. Probablemente sea mejor tenerlo motivado y ese 1% en contra convertirlo en un 1% a favor.
Son muy escasos los profesionales que van a dar el mismo resultado con incentivo que sin él. Y ya no es sólo por una mera cuestión ética, sino porque todo el mundo agradece el reconocimiento explícito que el incentivo supone sobre la tarea bien hecha.
En el pasado artículo Salario y Motivación, hablábamos sobre las limitaciones del salario como factor motivador. En el caso de los incentivos, podríamos plantear una lectura prácticamente idéntica, si bien es cierto que es más frecuente ver establecido este incentivo como una prima económica.
Tampoco deberemos olvidar que el jefe de obra sin su equipo no será capaz de alcanzar los objetivos establecidos. Por eso es recomendable extender el incentivo a encargados y administrativos, ya que son estos últimos los más frecuentemente ignorados.
En el caso de que consideremos procedente el establecimiento de incentivos se nos plantearán otras dudas derivadas.
- ¿Entregamos el incentivo sólo al final de obra, o hacemos un anticipo por cumplimiento de hitos?
Si bien puede ser interesante la entrega de incentivos por hitos (por ejemplo a terminación de estructura), que vayan "alegrando el cuerpo y el bolsillo", no debemos olvidar que una obra se cierra cuando hemos cobrado hasta la última cantidad y recuperado todos los avales. Una obra sufrirá altibajos económicos a lo largo de su desarrollo, pero será el cierre final el resultado real de la misma. Por tanto la mayor parte del incentivo deberá reservarse hasta conocer el resultado final.
- ¿Lo asignamos de forma discrecional, o lo regulamos con alguna fórmula determinada?
Las fórmulas para que un incentivo sea "justo", resultan complejas. Unas obras son más complicadas que otras en cuanto a su ejecución. Están contratadas con ofertas más o menos ajustadas. Los plazos son más o menos exigentes. Las direcciones facultativas son mas estrictas o más dialogantes, más rígidas o más permisivas. Son tantos los factores que necesariamente habrá que mantener un cierto grado de discrecionalidad, entendiendo que quién otorgue el incentivo tendrá la capacidad técnica y moral para actuar con proporcionalidad.
Y un último apunte. Será necesario un equipo de obra estable, que inicie y termine la obra habiendo tenido la responsabilidad sobre ella a lo largo de todo el proceso constructivo.
Saludos amigos
Pedro Domingo
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[Off Topic]
Edificio Chrysler. Del interesante blog de Javier Aísa.
Uno de mis rascacielos preferidos.
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